miércoles, 11 de febrero de 2009

EL CASTILLO I

ENTRADA III


EL CASTILLO

Monumento emblemático de Tejeda, el castillo, del que no me había olvidado. Pero antes de hablar del Castillo, voy a relatar las épocas anteriores

Tejeda es la antesala de la Sierra, LA BELLA ALFOMBRA por donde se pasa para llegar a la Sierra Mayor, que como inteligentemente Manuel Hernández García en su libro "Historia de Rinconada de la Sierra", llama “el balcón de Castilla”. Libro que recomiendo su lectura, por su sencillez y cercanía a nuestra Tejeda, historias de sus gentes que son muy comunes a las vividas en nuestro pueblo.

Estas tierras del suroeste provincial fueron ocupadas al menos en el Paleolítico Superior. En la Bastida se pueden observar elementos de la arquitectura megalítica. D. Alejandro Lucas Alonso así lo describe en su libro “El Rey Don Rodrigo y la Cava en la Sierra de Francia”, libro muy ameno y que cuya lectura nos recordará perfectamente su personalidad a todos aquellos que le hemos conocido en persona. También afirma que una señora que fue vecina de La Rinconada conserva un hacha del Neolítico perfectamente pulimentada. Un cuchillo de silex fué encontrado por un vecino de la zona que curiosamente o más bien desgraciadamente le robaron a D. Alejandro en Madrid en un desplazamiento que hizo a una boda ya que este señor había tenido el detalle de regalárselo.

En el capítulo segundo de su libro, donde relata la historia antigua de la zona y citando a otros autores dice que “en estas montañas que constituyen la Sierra Mayor y en otros parajes de Sierra Quilama existe un núcleo de habitat defensivo que los tratados de historia interpretan como otros tantos campamentos o castros de origen celta, que han sido estudiados particularmente por el P. César Morán en su obra. Así sucede en el Pico Cervero, Pico de los Molinos, La Corona, Los Ganchos..” Estamos hablando de mil años antes del nacimiento de Cristo.

En los mismos términos se expresa Manuel Hernández García, en su historia de La Rinconada de la Sierra nos habla del Pico de la Corona, que “presenta el aspecto de haber sido en tiempos remotos un lugar fortificado con muros hoy caídos que lo circundan por el este y por el sur. Enfrente de esta fortificación, tal vez prehistoria, cruzando el pequeño puerto por donde pasa la carretera que asciende en diagonal desde el paraje de los Valles hasta una altitud en el puerto de 1216 metros nos encontramos con el Castro de los Ganchos, en cuya pare oriental aún quedan vestigios de un gran edificio circular con unos muros casi irreconocibles por el paso de los siglos. En estos castros celtas se han hallado en los últimos años, por personas particulares, numerosos objetos de la Edad del Bronce, piedra, talladas, colecciones de monedas, etc. En todos ellos parece predominar la idea defensiva y de observación...del valle del río Huebra…”
Podemos imaginar y suponer que si estas cimas estuvieron habitadas por estas civilizaciones, también fueron habitadas las laderas y los valles, dado que la distancia a recorrer es perfectamente realizable.





Hay indicios de un camino secundario y auxiliar a la Vía de la Plata, en la epoca Romana, que atravesaba la sierra, proveniente de Sotoserrano, cruzando por la Sierra de Quilama, Navarredonda, proximidades de Los Arevalos, llegando a Moraleja con dirección a Salamanca.


La leyenda se hace historia cuando hablamos de la época visigoda. No existen muestras que evidencien su presencia si bien la tradición oral sitúa en Segoyuela una batalla contra los musulmanes. En ella fue derrotado definitivamente D. Rodrigo último rey Godo. Continúan hablando las leyendas que en la laguna de Segoyuela está la espada del Rey. Esta se sumergía mientras una mano la blandía con fuerza. Concluye el relato que quien encuentre la espada será el elegido, convirtiéndose en legítimo Rey.

La historia contada por Alejandro Lucas Alonso en su libro a través de sus investigaciones-intuiciones-averiguaciones sobre “si mi péndulo”, dice él, “me indicaba alguna cosa sobre el supuesto tesoro de la Reina Quilama”, nos habla de D. Rodrigo y de la batalla de Segoyuela de los Cornejos, Segonzuela o La Sigonera, apoyando esta afirmación en las tesis mantenidas por grandes historiadores, entre ellos don Ramón
Menéndez Pidal

Este territorio perteneció a la denominada tierra de nadie, despoblada y sin ninguna administración, data del reinado del rey Alfonso VI que consolidó la frontera cristina en la línea a del Tajo, inició su repoblación D. Raimundo de Borgona que por mandato del Rey se encargó de repoblar la comarca

Repoblada en la reconquista, las tierras de Tejeda eran labradas por sus pobladores, fundamentalmente de procedencia Castellana, Gallega y Astur.

Con la derrota Cristina de Uclés en el 1108 la intranquilidad volvió de nuevo a este espacio, provocando en algunos casos su abandono, el monarca leones, Fernando II ordenó otra repoblación en los últimos años del siglo XII.

La mayor parte del territorio de Tejeda y Segoyuela fueron tierras de realengo. Segoyuela y otros lugares como San Miguel, Monflorido, El Puerto de la Calderilla fueron dominio privativo del Clero desde la época medieval. Los Arévalos y Tejeda pasaron a dominio señorial.

A ésta época corresponden las ruinas del Castillo, cuya construcción se atribuye Fernando de Tejeda en el año 1451, Señor por entonces de estas tierras

Su padre, Alonso de Texeda, con toda seguridad en su época “Señor de Texeda” perteneciente a la familia noble salmantina de los Texedas, había sido denunciado por haberse apoderado de diversas tierras y haber hecho “cotos redondos”(fincas). Todas estas anexiones de terreno se le atribuyen a su hijo Fernando, pero posiblemente el ya había comenzado con ellas.

Una de las personas que más ha tratado sobre la historia de los nobles salmantinos, sus luchas por el poder en la ciudad de Salamanca, la usurpación de tierras que realizaron y el despoblamiento del campo salmantino es Maria Isabel López Benito. En la actualidad es profesora de historia en un instituto de nuestra provincia. Ha escrito varios libros sobre el tema, entre ellos citar dos: “La nobleza salmantina ante la vida y la muerte 1476-1535” y “Bandos Nobiliarios en Salamanca”. En estos dos libros aparece Tejeda.


Otra persona en cuyos escritos aparece parte de la historia de nuestro pueblo es Nicolás Cabrilla Ciezar, historiador, quien realiza una interesante investigación de un manuscrito del siglo XV, de doscientas setenta y seis folios escritos por ambas caras. Sobre ello escribió un artículo publicado en 1969 en una revista de historia. Me llevó varios días localizar este artículo, visité varias bibliotecas salmantinas, hasta que al final di con él en biblioteca de la Facultad de Geografía e Historia. Por si alguien tiene interés por conocer el original del manuscrito, este se encuentra en la Biblioteca Nacional, en la sala Cervantes.

El artículo en cuestión se titula “Salamanca en el siglo XV: Nobles y Campesinos” habla de las pesquisas (averiguaciones) realizadas por el Rey Juan II que envía funcionaros reales para que informen y traten de restituir a los municipios las tierras usurpadas. Entre los años 1433 y 1453 se realizaron tres pesquisas.

Estas denuncias son formuladas por el Cabildo de Salamanca que se queja al Rey Juan II de Castilla de que varios nobles estaban usurpando las tierras de la provincia cuya titularidad correspondía al Cabildo. Los nobles controlaban el poder en la ciudad, ya que ostentaban cargos de diversa relevancia (regidores) y siempre sabían cómo neutralizar las actuaciones de la Justicia. Dice Cabrillana que “la tierra es la protagonista, el Leiv motiv de todos los actos vandálicos, de las escenas de horror, de todas la crueldades que ensangrentaron el campo y la ciudad”
Los notarios que actuaron en el deslinde de las tierras concejiles en 1433 nos han dejado detallados relatos de escenas ocurridas entre Alonso de Texeda y los representantes del Concejo salmantino, escenas que ponen de manifiesto la osadía de ese noble, impidiendo por la fuerza que se instalaran mojones entre sus tierras y las del Concejo.
Cuando el corregidor, procurador, escribanos públicos y testigos andaban señalando los nuevos mojones apareció don Alonso de Texeda a caballo, armado de lanza y adarga, y acompañado de diez hombres igualmente a caballo y con las lanzas dispuestas a remeter contra los representantes del rey y de la Ciudad.
Amedrantado el corregidor, trató de resolver la situación lo mejor que pudo y dio cita a D. Alonso de Texeda para días después en el lugar de Escurial; Don Alonso le respondió al corregidor que se fuese con Dios, pues el no pensaba ir allá ni consentía que el concejo hiciese nada en “sus” tierras.
El implacable don Alonso continuó usurpando la jurisdicción civil y criminal y apoderándose de las tierras de los campesinos. Consecuencia inmediata de sus desmanes fue la despoblación de una aldea del Concejo, Los Arévalos. Años más tarde esta despoblación se atribuirá a su hijo Fernando de Texeda.